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Bogotá D.C., noviembre 17 de 2015.
Los hechos violentos que se han vivenciado en el mundo durante los últimos días, ha generado una cadena de reacciones en las diferentes redes sociales, donde los usuarios han optado por apoyar y dejar mensajes de aliento a las víctimas. Pero cada uno de estos mensajes han generado otra reacción en cadena, donde otro grupo de usuarios han atacado a los que han decidido apoyar; negocio o no, en las redes sociales a diario se vivencia respuestas a las situaciones.
El efecto de los hechos y acciones del terror en la Red han venido cambiando en el tiempo.
Las redes sociales en esencia no son plataformas tecnológicas. Somos nosotros, quienes las usamos. Por ello, todo lo bueno, lo malo y lo horroroso que puedan tener o parecernos dichas herramientas digitales obedece directamente al uso que les damos; al reflejo directo del alma, corazón y emociones de quienes allí expresan su personalidad.
Prueba de ello es lo que vimos en los recientes hechos trágicos de Paris. Por un lado, persisten las dudas, muy serias por parte de las autoridades, de que los grupos terroristas al parecer usan estas plataformas no solo para esparcir su retorcida visión y argumentos sobre los cuales basan su accionar, sino también en actividades de reclutamiento y coordinación con sus unidades en todo el mundo.
El jefe antiterrorismo de la Policía Británica, Mark Rowley, fue más allá y señaló a las empresas de redes sociales de “brindar un ambiente seguro de operaciones” a los grupos terroristas.
De otro lado, grupos de hacktivistas, que se mueven en las aguas de la ‘Deep web’, el internet oscuro, han dicho que se habrían movilizado unos tres millones de dólares en bitcoin, la moneda virtual, como parte de la red de financiación al Estado Islámico para los atentados de Paris.
Estamos ad portas de que la ONU y demás entes multilaterales conminen a las empresas de redes sociales a una mayor cooperación e incluso a una integración obligatoria en materia de lucha contra el terrorismo, algo que sin duda abrirá un nuevo espacio de polémica y dura discusión.
Y luego están las actividades informativas y de apoyo social ante los hechos. Muy útiles las primeras siempre, la verdad, para saber qué sucede al instante. Las segundas comienzan a generar reacciones encontradas. Para algunos son valederas y necesarias; para otros no dejan de ser acciones de marketing de las redes sociales que deben relegarse y prestar esa indignación primero a nuestros propios hechos trágicos.
Discusión vacía, desde mi óptica. Cada quien está en su derecho de sentirse afectado por lo que a bien tenga. Y expresarlo es válido.
Luego vienen los hechos deplorables. Esos que alientan el odio que el terrorismo quiere sembrar. Personas que con saña alaban las acciones de sangre; o que generalizan y promueven más violencia en respuesta. O partidos políticos, como en Colombia, que buscaron conexiones ilógicas entre el terrorismo en París y nuestra realidad nacional, desde orillas demenciales de odio.
Y no faltan como siempre los ‘irreverentes’, esos que se las dan de chistosos y que hacen bromas de muy mal gusto con el dolor. Menos mal existen las herramientas de bloqueo en Twitter, Facebook e Instagram para evitarse a esa clase de personajes.
Desafortunadamente los terroristas ya pueden sumar a sus ‘logros’, además del impacto mediático, algunas veces desmedido, afanoso y errático, a una nueva caja de resonancia, esta vez más efectiva a la hora de esparcir semillas de odio y segregación: las redes sociales.
Sin duda alguna las redes sociales se han convertido en los medios de comunicación masivos más usados por los usuarios, quienes tienen a tan solo un clic la respuesta a sus dudas en la red. Es así como también son usadas para apoyar, defender o discutir una posición política, deportiva, religiosa y hasta de moda. Es por esto que se hace necesario que la seguridad en cada una de las cuentas sea mayor y así proteger los datos personales.
Fuente: ElTiempo